MARCELO “NEGRO VILLAFAÑE”, VOCES DE UNA DESPEDIDA

La Gaceta lanza una edición especial en homenaje a Marcelo Villafañe, quien fuera una de las figuras más destacadas, prolíficas y audaces de nuestra profesión que se vieran en el último tiempo. Dueño de una personalidad singular que nadie podrá olvidar jamás, “El Negro” supo ganarse el afecto de toda la comunidad de arquitectos y arquitectas, así como también volverse un referente en la ciudad en el campo de las artes plásticas en el que desplegó todo su vuelo creativo. Aquí podrás leer cada uno de los homenajes de despedida que los y las colegas le rinden al eterno “Villa”.

RUBEN PALUMBO

Chau Negro Villafañe

Este 26 de enero de 2022 no será un día más para el Colegio de Arquitectas y Arquitectos de toda la Provincia de Santa Fe, hoy nos toca despedir al Arq. Marcelo Villafañe, el querido” Negro Villa”. 

Sentimos una enorme tristeza, porque se va una persona íntegra, llena de valores y principios los que siempre defendió con convicción y una expresividad particular. 

Tenía todos los recursos y los manejaba con destreza, hablando de política, de la vida, del fútbol que lo apasionaba, de pintura o de arquitectura, todo lo ponía a disposición, nada se lo guardaba, fue generoso como los buenos maestros, lo respaldaban esa amalgama perfecta entre el hacer y el decir…

Era imposible aburrirse con el Villa, sus ocurrencias, su forma de hablar tan particular que algunxs visitantes llegaron a suponer que podría ser un dialecto que solo él manejaba y todxs entendíamos, algo con lo que jugaba con suma habilidad, tanta como la que mostraba en sus trabajos y presumía tener en el verde césped.

Te fuiste Negro pero como las personas de buen andar, dejaste huellas, en tus obras, en la pintura y la arquitectura, en las revista del Colegio que acunaste, en tu participación protagónica en el Grupo R, en tus aportes y participaciones que enaltecieron a nuestro Colegio, en la cantidad de pibas y pibes de los que fueron tus colaboradores porque fuiste un formador integral, aprendieron el oficio y se fueron mejores personas.

Por tantas noches y madrugadas de acaloradas y divertidas discusiones en la vereda de Pasaporte, en la Misión del Marinero mientras mágicamente giraba la mesa, Marcelo Evaristo Villafañe, buen viaje, te vamos a extrañar y mucho.

ARIEL GIMENEZ

VILLA

Apareció el Negro Villa en el patio de calle Montevideo, 1er gran estudio, ve la maqueta de la casa que estaba haciendo en Chavás, estaba fondeada tipo cuadro. Decide intervenirla cruzándole unos palos, medio decontrustivista y marcha a una muestra en Baires como el encuentro entre dos arquitectos con un pie fuerte en el ARTE.

El SILENCIO que nos deja es mayúsculo y su SONORIDAD era parte de su ENCANTO, DINÁMICO, INQUIETO, INTELIGENTE.

Con todo mi RESPETO a Marcelo E. Villafañe, su LEGADO permanecerá para REPENSAR el mundo que nos rodea.

GERARDO CABALLERO

Marcelo Evaristo Villafañe

1951 – 2022

Arquitecto por mandato,
Pintor por vocación,
Futbolista por pasión…

Con la 10 en la espalda ocupaba el centro de la cancha y desde allí repartía el juego a todos los que estábamos a su alrededor, el mismo 10 que lleva la tapa de la revista 041 dedicada a su obra, mirada rápida y respuesta concreta, la pelota siempre dominada al pie, como èl se autodefinía, con pique patada y gambeta, jugador de toda la cancha.

Dotado de una sabiduría y una sensibilidad natural, todo apoyado en la seguridad que da una intuición que jamás le falló, la jugada nunca se anticipaba y así el resultado fue siempre inesperado.

Un jugador de equipo indispensable, admirado y querido, sin sobreactuar hacía que todo pareciese fácil, todo personal, único e imprevisible, lo que se dice, un maestro.

Siempre le envidié el humor con que inundó la cancha, el vestuario y la tribuna, con esa imagen entre Spinetta y Mick Jagger, un distinto, como se dice en el ambiente,inconfundible e irrepetible, como toda su obra.

Veremos cómo se rearma el equipo ahora que ya no lo tenemos, de seguro los partidos no serán lo mismo.

SOLANO BENITEZ

Me pidieron que me sume a escribir en póstumo homenaje a Marcelo Evaristo “el negro” Villafañe. En su presencia yo jamás usé la palabra, sería un despropósito robarle la pelota a un D10s, a él solo se le podía escuchar, y en su viva presencia a hoy, es lo que acostumbré a hacer. Intentar leer. Intento leerle. En su extraordinaria habilidad, nunca sé de lo que está hablando, y cuando se habla de él, tampoco. A eso se llega construyendo soledades en su compañía. Será sobre la vida? Sobre la arquitectura? Será de amores u otras enfermedades?  AVERIGUARÉ,como le gustaba gritarme en paraguayo. 

El imán. 
Hablábamos de libre albedrío; Oscar Wilde improvisó esta parábola: Había una vez un imán en el vecindario y en el vecindario vivían unas limaduras de acero. Un día, a dos limaduras se les ocurrió bruscamente visitar al imán y empezaron a hablar de lo agradable que sería la visita. Otras limaduras cercanas sorprendieron la conversación y las embargó el mismo deseo. Se agregaron otras y al fin todas las limaduras comenzaron a discutir el asunto y gradualmente el vago propósito se transformó en impulso. ¿Por qué no ir hoy?, dijeron algunas, pero otras opinaron que sería mejor ir al día siguiente. Mientras tanto, sin advertirlo, habían ido acercándose al imán, que estaba muy tranquilo, como si no se diera cuenta de nada. Así prosiguieron discutiendo, siempre acercándose al imán, y cuanto más hablaban más fuerte era el impulso, hasta que las más impacientes declararon que irían ese mismo día, hicieran lo que hicieran las otras. Se oyó decir a algunas que su deber era visitar al imán y que ya hacía tiempo que le debían la visita. Mientras hablaban, seguían inconscientemente acercándose. 

Al fin, prevalecieron las impacientes, y en un impulso terrible la comunidad entera gritó:  -Inútil esperar. Iremos hoy. Iremos ahora. Iremos en el acto. 

La masa unánime se precipitó y quedó pegada al imán por todos los lados. 

El imán sonrió, porque las limaduras de acero estaban convencidas de que su visita era voluntaria. 

Hesketh Pearson, The Life of Oscar Wilde (1946),Cuentos breves y extraordinarios. J.L.B. y A.B.C., 29 de julio de 1953

El Imán.

No hacía falta ser Suní ni Chií, para darse cuenta, quién, en condiciones absolutas, se había ganado el respeto y el amor de todos. Su ausencia, arrecia torrencialmente desde siempre en rituales de flashback como mantras.

Evaristo es quien sabe entrar mejor, el negro de lejos tiene la mejor entrada; fíjate, esa que es su gran virtud es extraordinaria, es impecable con su entrada; de entre todos nosotros Villa es el que mejor entra, mirá como todo queda resuelto desde su entrada.

Rumores R. 

Prodigioso. 

Tu sonrisa inolvidable, me hizo tanto, tanto bien. Tanto bien!. Y me marché, y te soñé y te pensé.

Tu sonrisa inolvidable. Fito Paez. Abre. ℗1999 Warner Music Argentina SA

FLORENCIA BALESTRA . floR

Quisiera abrazar en este preciso y doloroso momento a todos mis amigos y todas mis amigas que eran también la gente tan querida por él. Se nos fue el Negro Villa, el Negro, El negro Villafañe, Machi, Marcelo Evaristo, Villa, el Doc, Villita o como de tantas maneras le decíamos. Compartí veinte años de incansables aventuras junto a él y está entre lo mejor que me pasó en esta vida. Un mago loco, un tipo hermoso. Exquisito, generoso, puro talento. Un largo abrazo enorme, inmenso y entrañable a toda la gente que tanto lo quiso. Es muy triste no poder juntarnos ni abrazarnos. Pero de ser así.. “se abriría la puerta, el Negro nos vería reunidos y entraría caminando muy lentamente poniendo sus tupidas cejas curvas, encenderia un habano, se frotaría las manos animosamente y estallaría en una estruendosa carcajada” 

Te queremos tanto, Negro

NICOLÁS CAMPODONICO

A mi Maestro, Marcelo Evaristo Villafañe.

Aquella mañana desayunamos no muy temprano en un bar cerca del Hotel. Hablamos, como siempre, de muchas cosas al mismo tiempo, nos hiciste reír más de una vez, también como siempre. Ese día parecías especialmente feliz. Queríamos ir a visitar Sacre Coeur. Estábamos a no más de 15 cuadras así que decidimos ir caminando, equivocados en la idea de que llegaríamos en poco tiempo.

Empezamos a caminar, era una mañana hermosa de mayo, fresca con un sol radiante que entibiaba el aire poco a poco. El grupo avanzaba lentamente, entre charlas, distracciones y risas. Tras recorrer tres cuadras se interpone en nuestro camino el primer “obstáculo”, un pintoresco bar lleno de mesas en la vereda, a la sombra de unos plátanos inmensos. Marcelo Evaristo hace una pausa, ríe pícaramente y propone: ¿Y si nos tomamos un cafecito? Ahí siguió la tertulia durante la próxima hora. Pagamos y retomamos desordenadamente la marcha.

Todos pretendíamos seguir en un sentido y el Negro propuso un atajo inverosímil, una típica ocurrencia, un camino que recordaba de un viaje anterior… argumentado con una teoría disparatada que nos arrancó carcajadas. Dispuesto a probar su punto, detuvo a una hermosa señorita (según él, una parisina auténtica porque llevaba boina y un pañuelo al cuello) para hacerle una serie de preguntas en el más cerrado castellano rosarino. Ella nunca entendió nada, pero no pudo evitar sonreírle a este loco, encantada con la charla seductora e indescifrable. La señorita no pudo ayudarnos. Seguimos caminando, pero los “obstáculos” empezaron a surgir por todos lados, en las esquinas, a mitad de cuadra, en cada recoveco, y en cada uno de ellos el Villa se detenía y decía… ¿y si tomamos algo?… todos obedecíamos

rendidos a la tentación de escuchar el final de la historia que, claro, nunca llegaba. Pronto tuvimos que sentarnos a almorzar… y así siguieron las charlas, las anécdotas apócrifas, las ocurrencias y las risas.

En algún momento de la tarde, llegamos finalmente a nuestro destino. Emergían delante nuestro, casi sorpresivamente, las escalinatas de Montmartre que nos conducirían a la iglesia Sacre Coeur. Entramos y estuvimos allí un rato. Subimos hasta la cima y ya no me acuerdo muy bien que hicimos….

Lo memorable había sido el recorrido, el tiempo compartido, la construcción de esos recuerdos imborrables.

El Negro nunca estuvo preocupado por llegar, siempre estuvo interesado en el camino, en las experiencias y en las relaciones. Sin especular con los resultados, los procesos siempre fueron su verdadero deleite, lo que lo hacía profundamente auténtico.

Hoy, sigue su viaje por caminos que no podemos ver, seguramente iluminando cada lugar a su paso, como lo hizo, siempre, con nosotros…. ¡Qué suerte la nuestra!

Te vamos a extrañar…pero ¿quién nos quita lo bailado?

Nos vemos Negrito querido.

collage por Juan Romanos

JAVIER MENDIONDO

El muchacho que acomodaba los estantes del arquitectura de la región 

Lo conocí al Negro Villafañe allá por el cambio de siglo cuando acá, en el humedal, empezábamos a mirar con atención las cosas que sucedían en Rosario. Necesitábamos referencias, algo en qué creer, necesitábamos acomodar la mirada. El grupo R era un torbellino en el cual confluían aquellas cosas que buscábamos y que no encontrábamos en las instituciones que lucían resquebrajadas, como estaba sucediendo en todo el país.

Así, desde un bar -metodología rosarina de hacer las cosas importantes- el Negro y un grupo de amigos se hicieron cargo de lo que no sucedía. No pasaba nada ni en la facultades ni en los colegios. Pasaba poco en Buenos Aires, excepto impurezas como Beitía y algo más. Y en aquel contexto, ese grupo de jóvenes rosarinos invitaban a una celebración en la cual nos proponían pensar, con invitados de otras partes del mundo que traían en sus narrativas una idea de una arquitectura y de ciudades mejores. La Construcción del Pensamiento en el noventa y algo fue un golpazo fuerte para muchos, yo incluido. Luego, todo lo que siguió.

En aquel contexto del grupo R había roles, el del Negro era mantener el equilibrio, confirmar por dónde ir, curar la muestra. Al menos desde este lado se veía así. En el 2001 invitamos a los del Grupo R al primer encuentro del grupoarquitectura en Santa Fe. Él tenía una manera distinta de hablar, tenía una manera distinta de ejercer la figura del arquitecto que decía cosas, tenía un modo distinto de ser. Directo, medio acriollado y provocativo. Se movía con fluida autoridad en ese espacio que quedaba entre la observación panorámica del Pitu, la potencia musculosa de Rafael y la sensibilidad poética de Gerardo, entre otros. Pero se notaba que era él quien ordenaba todo. Las cosas, el pensamiento y la mirada.

Durante más de dos décadas dirigió la 041, la mítica publicación desde la cual se ejercía una línea editorial con identidad, cosa que en Argentina no abundaba. La de dar voz a las cosas profundas, la de ordenar el discurso sobre la arquitectura sin tener que recurrir a los lugares comunes de lo superficial. Allí se recuperó a Scrimaglio, Caveri y tantas otras de las expresiones que la cultura arquitectónica regional tenía sin resolver. Y el Negro lo terminaba enunciando, acomodando al fin.

Sobre su arquitectura recién se están escribiendo las cosas importantes. Porque es una arquitectura incómoda para la crítica que siempre se tranquiliza ante los lugares comunes. Su doble figura de artista y arquitecto explica cómo protagonizaba cada uno de esos mundos. La muestra sobre sus maquetas que tuve la oportunidad de visitar en el Cad2 en diciembre del 21 interpelaba al observador. ¿Estamos en presencia de obras de arte o de arquitectura? Nunca pensó en la diferencia entre ambas, me animaría a decir. Tampoco es fácil encontrar la separación entre cada una de sus obras, parecen una sola dividida en capítulos. Poético y manierista. Esa muestra lo dejaba muy claro.

Y así, con todo acomodado -con la 041 viva, con la arquitectura rosarina como faro regional, con el camino trazado para las nuevas generaciones- se retira el Negro Villafañe. Dicen que se llamaba Marcelo Evaristo y era muy futbolero, yo sólo me animo a decir que era el muchacho que se retiró dejando todo en su lugar. Los estantes de la arquitectura de Rosario y la región están ordenados. Marcelo Evaristo Villafañe, buen viaje maestro.

LILIANA AGNELLINI

Villa, nuestro mentor

Villafañe, armó el estudio de calle Dorrego.

Siempre dispuesto a compartir, nos influyó a todos los que tuvimos un espacio ahí o a todos los que pasaron por el lugar. Con su mirada, sus valores, su pensar y hacer. Con una sensibilidad exquisita para elegir, se rodeó de hermosos libros, lapiceras, relojes, Macs y gente valiosa. Cada obra que generó a partir de sus dibujos o maquetas fueron concepciones geniales.

Tener la posibilidad de diseñar las revistas 041 que dirigió Villa fue una oportunidad única, él escribía una lista de los temas que le interesaban y movía sus contactos para conseguir el material para las notas. Si era necesario, defendía acaloradamente el temario. Tener el estudio al lado nos ayudó a estar cerca y corregir en cualquier momento la puesta en página. Villa entraba al estudio como Kramer, el personaje de la serie Seinfeld, abría la puerta de nuestro estudio, irrumpiendo sin avisar, desopilante. Siempre estuvimos de acuerdo, sin mediar muchos comentarios.

Hicimos juntos los # 2 al 9. El #10, gracias a la idea de Caki Campodonico, lo dedicamos a él. El primer monográfico de una serie de 3.

Gracias a discípulos y amigos de Villa se reconstruyó su legado. Juani Romanos se dedicó a hacerlo digitalmente y junto con Laura Rois, ordenaron el archivo.

Un fuera de serie, nuestro máster. No habrá otro igual. ¡Gracias Villa! Te vamos a extrañar.

MARCO RAMPULLA

Mirada

La del “Negro”, única!

Pícara y desafiante

Atenta a todo y a todos

Potente e inocente

Irónica y cómplice

Densa, profunda

Provocando siempre

lo mejor para todos,

Gracias!

GONZALO SANCHEZ HERMELO

Negro Villafañe , amigo entrañable , vuela alto, descansa en paz, arquitectazo de gambeta prodigiosa , y de paredes tiradas con los albañiles en la cancha de la obra sin los planos acabados, doble de zanabria para eludir controles imposibles, memorioso de los afectos, invitador consecuente para tomar la leche para hablar de pintura, libros, arquitectura, y el abolengo rosarino, dueño de una risa única a la que le sumaba sus guturales casi graznidos memorables,tan simple para explicar ,como para hacer, nunca supo combinar las medias y a veces usaba dos diferentes, o tal vez nos estaba enseñando que las rayadas y las de puntos con colores diferentes no debían de unirse, inconexo conectado, dejaste una huella grande de aquellos que no intentan pisar fuerte.. Fuiste auténtico, genuino y noble.

Adiós pintor de la vida !!! Te queremos mucho por tanto y por siempre ….

RICARDO SARGIOTTI

Marcelo Villafañe

1951 – 2022

Qué suerte tuvieron los rosarinos. 

Porque la verdad, podrías haber desembarcado en Córdoba, ¿no? 

Capáz que todo hubiera sido muy distinto, supongo que sería Belgrano en lugar de Newells, y la UNC no te hubiera dado el lugar merecido en vez de la UNR, pero para qué seguir engañándome con esto…  No te puedo imaginar sin Rosario.

Sin esos amigazos (que me compartiste desde mi primera excursión), sin el mundo de las anécdotas y el café obligatorio, sin largas discusiones que se mantenían en stand-by en tu cabeza cuando parecían terminadas. 

Pero más difícil todavía Negro, es imaginarme Rosario sin vos. 

Sí, es cierto, dejás un montón de discípulos agradecidos, como les pasa a los verdaderos Maestros, dejás pasión desparramada en cada recuerdo, dejás obras de las que seguiremos tratando de aprender los diletantes a quienes abriste tus puertas, y dejás una de las enseñanzas más difíciles por estos tiempos que nos toca vivir, la generosidad Negro, sobre todo la generosidad. 

PS para rosarinos: ¡Qué suerte tuvieron!

WALTER SALCEDO

Hasta pronto negro.

El pasado jueves 27 se nos fue un gran profesional, una gran persona, un gran amigo, el negro Villa, como lo conocíamos, como lo tratábamos, así, con esa sencillez que él transmitía y con la que él trataba a sus colegas y a sus amigos.

Un tipo merecedor de varios calificativos que lo describían tal cual era, transgresor, provocador, intuitivo, sensible, capaz, inteligente, inquieto, amable, generoso; así era Villa, un tipo siempre dispuesto para los amigos, siempre dispuesto para el café en el bar de la esquina de calle Rioja y Dorrego o para ir a picar algo a la noche por ahí. Un apasionado en todo lo que hacía, pintura, arquitectura, fotografía, el fútbol, con un gusto exquisito a cuya producción artística, intelectual y profesional siempre la llevaba más allá y por sobre todo siempre fiel a sus convicciones y su forma de entender el programa y el encargo.

Se nos fue el negro Villa, un gran maestro que como legado nos dejó su producción pictórica y arquitectónica, sus reflexiones, directas y crudas, tajantes y sinceras; así lo vamos a recordar con su sonrisa y su buena onda.

Buen viaje negro querido, gracias por tantas tardes de café, por las cenas, por las charlas en tu estudio, gracias por todo lo que hiciste y por los buenos momentos que hiciste pasar a tus amigos y colegas.

Agrupaciòn Graduados AREA

Adiós negro. 

Se fue un amigo. Un maestro de vocación. Un referente ineludible para lxs que no les gusta quedarse quieto, para lxs que no se conforman con lo que hay, para lxs que la arquitectura es más que una profesión.  Siempre alegre, predispuesto, interesante. Gracias por los C.R.E.A., por las ENTRE/VISTAZOS, por los T.R.I.P. 

Gracias por regalarnos tanto conocimiento siempre con una sonrisa. Gracias por haber hecho alegremente cosas terriblemente serias.

Abrazo grande, hasta siempre.

CARLOS PEREZ CORTEZ

MURIO EL NEGRO VILLAFAÑE

Nos conocimos cuando los dos éramos muy chicos, a comienzos de los años 60.

Mi familia se mudó a la casa de calle Presidente Roca casi esquina Pellegrini, el Negro vivía con su familia en frente.

Nos hicimos muy amigos, todos los días jugábamos juntos también con su hermano Carlos, los tres inseparables. 

Pasábamos las tardes preparando autitos de plástico con plastilina a los que le hacíamos la suspensión con una ballenita, y hacíamos carreras en el circuito que marcábamos con tiza en el piso de la terraza. 

Recuerdo cuando escondidos detrás de la baranda de la terraza, esperábamos que pasara el tranvía 23 para que pisara e hiciera explotar las tapitas de cerveza o gaseosa que habíamos rellenado con azufre y potasio. O en carnaval tirando bombuchas de agua desde la terraza a  los tranvías que pasaban por Pellegrini. De vez en cuando solíamos ir a la casa de Fisherton en la calle Mórrison donde nos solíamos juntar con Miguelito Osuna que vivía al lado.

Sus tías, las mellizas, que se pasaban la tarde escuchando el radioteatro en el comedorcito, a media tarde nos llamaban a tomar la leche. 

Así transcurrieron muchos años, no recuerdo cuántos, solo sé que fueron felices.

Ya en la facultad, nos pusimos de novio con dos hermanas, el Negro con Ana María y yo con Marta. 

Militamos juntos en los inicios de la JUP de Arquitectura, y puedo jurar que nunca hubo un afiche de Evita más hermoso que el que pintó El Negro.

Siempre solía recordar que en el viaje que hicimos en tren a Buenos Aires cuando asumió Cámpora el 25 de mayo de 1973, llegando a Retiro, con el tren en marcha, se subió al techo del vagón con otro montón de muchachos. Por suerte un flaco que estaba más atrás le avisó que un cable atravesaba el paso del tren por encima de los vagones,  el Negro se dio vuelta justo y alcanzó a agacharse sin que pasara nada grave, solo el cagaso.

Hicimos viajes a Córdoba juntos en su Citroën 2 CV, y muchos domingos acompañábamos a la familia Bonefoi a comer un asado a lo de LaTati y Nicola en Capitán Bermúdez,  El Negro nunca se casó yo sí, pero por esas cosas de la vida terminamos después de muchos años nuestras parejas casi en el mismo momento, pero nos juramentamos  seguir siendo cuñados toda la vida y lo cumplimos.

Encontrarlo al Negro siempre era un motivo de alegría, y podría seguir hablando horas y horas, como cuando llegaba a casa y veía la luz prendida de su taller donde pintaba, lo llamaba y nos quedábamos horas hablando.

Hace poco nos volvimos a encontrar en un homenaje que le hicieron en el Túnel, y allí le saque la foto con que acompaño la nota, el Negro era un gran Arquitecto y un enorme pintor. El ya estaba muy mal, pero aún en su estado, seguía tamborileando sobre la mesa con los puños el mismo ritmo y recordando las interminables anécdotas de los años que compartimos juntos.

Hoy me enteré  de su muerte, la tristeza es inmensa, no hay palabras que puedan expresar la muerte de semejante amigo. 

Te quise mucho amigo, gracias  por tu cariño y tu compañía sin la cual la vida no hubiese sido igual.

CARLOS CANDIA

Se fue el querido Marcelo Villafañe, el Villa, el Negro, a quien considero, humildemente, uno de mis Maestros. Con él hicimos un par de casas y alguna obra más, entre 2005 y 2010.

Aunque mi relación con él en realidad empezó mucho antes, incluso antes de siquiera pensar en estudiar arquitectura. Era 1990 o 1991, yo trabajaba como jardinero y pasaba todos los días por una obra en calle Alvear al 300 que me llamaba mucho la atención. La casa no se parecía a ninguna y me daban muchas ganas de armarle el jardín. El cartel de obra decía Villafañe, De Giovanni, Cardón, para mí, en ese momento, un trío de ignotos célebres. El cartel tenía otro dato fundamental: la dirección del estudio, en calle Dorrego al 800. Una amiga que estudiaba arquitectura me habló del Villa, que era muy piola, que vaya al estudio y me ofrezca…y eso hice. El Negro me recibió en su estudio de Dorrego, vio mis dibujos y prometió hablar con los clientes.

 Y ahí quedó todo hasta que empecé arquitectura y el Negro aparecía en charlas y comentarios todo el tiempo. En esos primeros y efervescentes años de la carrera, fui varias veces a escuchar sus coloquios y no me perdí ninguno de los eventos organizados por el Grupo R. En 1995 conocí a Juan Manuel Rois, que poco tiempo después empezaría a trabajar en su estudio y a partir de ahí volvió el contacto con Marcelo. En 2000 hicimos gracias a su intercesión, con Ricardo Negri y Cristian Mare, la forestación de un barrio cerrado que él había proyectado: Los Raigales, en Roldán, con una propuesta, de nuestra parte, bastante poco usual y que él apoyó con energía frente al comitente.

En 2005, ya recibido y asociado con Marcelo Kopka, nos hizo el honor de designarnos para construir su casa Raigal y después, en 2007, la casa Begué, en aquel mismo barrio cerrado. Más tarde compartiríamos la dirección de obra de un pequeño centro comercial en Fisherton. Hacer eso junto con Marcelo significaba no solo ir a obra e interactuar con los laburantes (y ver que, como todos lo respetaban y lo apreciaban, se esforzaban por satisfacer sus poco convencionales requerimientos) sino también disfrutar largas charlas café por medio, charlas que empezaban con cuestiones de la obra y que iban derivando en infinitas anécdotas y risas interminables. Toda mi generación y varias de las que le siguieron aprendimos mucho del Villa, de su manera de mirar siempre el problema desde ángulos impensados, de encontrar soluciones constructivas ingeniosas y elegantes con materiales poco “nobles”, soluciones que nunca ocultaba, sino que exponía toda total franqueza, dando a los encuentros entre esos materiales un fuerte protagonismo. También aprendimos de su libertad formal para proyectar sin nunca olvidar ni a los destinatarios de sus casas ni la relación con el paisaje, con el clima y con las orientaciones. Aprendimos de su trabajo en continua tensión “entre lo lógico y lo caótico”, como el gustaba definir su quehacer.

En algunas de las fotos de la obra de la casa Begué, aparecen el Negro y el Colo Rois. Pero en una de las últimas fotos aparece mi hijo Renzo, en ese momento de 10 años, ahora estudiante avanzado de arquitectura y colaborador en la cátedra de Juan Manuel, cerrando un círculo que empezó hace más de 30 años, con un pibe jardinero y curioso espiando una casa en obra en calle Alvear al 300.

HORACIO FURLAN

Para Marcelo Villafañe

Recién te fuiste querido amigo, y ya me pregunto, por dónde andás?

Puedo imaginarte recorriendo esos laberintos que creabas en tus locuacidades, en tus arquitecturas tan cargadas de humanidad y de sensaciones, metido en tus pinturas complejas y deslumbrante  o recorriendo bares contando tus anécdotas de personajes bravos e inverosímiles, tal vez ponderando gambetas y caños inolvidables propios y ajenos, deteniéndote en filosos comentarios sobre Derrida, modernidad o posmodernidad y pasar en un brusco giro a compartir lo cotidiano, un cotidiano siempre atrapante, confuso y seductor.

Te fuiste querido amigo, y es una gran pérdida: con vos se van algunos de los momentos más felices de una etapa de mi vida, esa de calle Pellegrini junto a Farruca y el Chelo con los innumerables tiempos compartidos en el laburo y en el café de los Vascos, la continuidad en el estudio de calle Dorrego con el agregado de nuevxs integrantes, una cofradía de entrañables y talentosos amigxs, donde sin proclamarlo estabas vos conectando el entramado.

Y tal vez esta fue una de tus enormes virtudes; ser un grande sin hacerlo notar, sin ostentaciones, tendiendo manos, acercando afinidades. 

No es poco querido amigo, por eso estoy silenciosamente llorando tu muerte, sé también que tu ausencia se sentirá, y que no seré el único en sentirla.

Un fuerte, enorme y entrañable abrazo para mi querido Villa, a quien le debo tanto!

MAURO MACHADO

Marcelo e. la persistencia de la memoria

Murió el Negro Villafañe.

No puede ser verdad.

Imposible, ridículo, como él mismo diría.

_ lo que ocurre es que el Negro se había ido hace mucho. Me dijo un querido amigo que lo visitó en su casa hasta hace muy poco.

Sí y no.

Los recuerdos se precipitan y compiten entre sí por tomar forma estable en nuestro temple.

Compartíamos con el Negro nuestro amor por Ñubel y por la Pintura.

Amábamos la Pintura, éramos creyentes, believers. Yo con el tiempo, fui perdiendo mi fe, el Negro la mantuvo, sobre todo con su Arquitectura.

Había estudiado pintura, siendo muy joven, con Julio Vanzo.

Su curiosidad fue infinita, su conversación inagotable. Uno podía discutir con él cuestiones desde el movimiento Moderno hasta lo que ocurría en nuestros días. Las jocosas cartas entre Vanzo y Fontana, la obra de Yuyo Noé, de los neo expresionistas alemanes o la deconstrucción de Gordon Matta-Clark, el “anarquitecto” que, al destruir, construía.

Escribo estas líneas, momentos antes de viajar a México, el país de Diego Rivera y los muralistas. Por distintos motivos, nos tocó a ambos conocer Detroit, él visitando a su hermano Carlos, yo con una muestra en una galería de arte de aquella ciudad. Compartimos los dos nuestra admiración por el extraordinario Mural de la Industria que el mexicano pintó en el Art Institute.

He leído y escuchado en estos tristes días, hermosas expresiones de afecto y reconocimiento hacia el querido Negro.

Tan intangibles como parecen, los recuerdos tienen una sólida base biológica. Según los expertos, éstos se forman cuando un conjunto de neuronas adyacentes, envían señales a través de las sinapsis que las conectan. Cada vez que rememoramos algo, la conexión se reactiva y se refuerza.

Esta circulación, intercambio de anécdotas, recuerdos, incesante y catártica de estos días, son afectos en movimientos, es electricidad vital rebotando por las redes.

La memoria es la vida, siempre llevada por grupos vivientes y a este título, está en evolución permanente, abierta a la dialéctica del recuerdo, susceptible a largas latencias y repentinas revitalizaciones.

Existe esa chispa, el Negro está vivo.

PEPE GUTIERREZ MARQUEZ

Hola „chicos“, para algunas cosas sirve acompañarse, el Negro se fué, y uno se da cuenta , siempre tarde, volviendo a los recuerdos que uno tiene de él, que sin darnos cuenta nos marcó y el Negro marcó a muchos, 

que es siempre la verdadera herencia que dejamos, la marca en los que nos han conocido.

Me sonrío pensando en él, (y no es poco), hay algunos que yéndose nos dejan un sabor en la boca de mezcla de nostalgia y melancolía.

Un abrazo a los que estuvieron más cerca de él.

EDDY BAGNASCO

“Un Crack”

 Al Negro Villafañe (Villita)

Pensar, reflexionar, proyectar siempre establece una zona de riesgo, el negro Villafañe siempre ocupo ese lugar, siempre estuvo en esa zona, es por eso y por su humanidad que siempre lo recordaremos, pero hablar de sus atributos se lo dejo a Florencia Balestra “Flor”, que por ser “mujer y compañera” imposible superar su descripción del negro.

En ese marco arriesgo. Multifacético, comprometido con su tiempo, con la arquitectura, con la pintura. pasión por el fútbol (así le gustaba mencionarlo), comprometido con sus amigos ,y con la vida siempre alegra optimista, así lo recuerdo desde que nos conocimos de estudiantes en las asambleas allá por los 70 en la Facultad. el Negro en la J.P., yo en el (F.A.U.D.I) el que no entiende las siglas que pregunte a Furlan, o al negro Pérez Cortes, o a Irene Pereyra, entre otres, esa época nos marcó a fuego (“los setentistas”). Luego nos reencontramos en el fútbol, jugábamos en el patio la casa de Mon, de Ramon y Alfredo Maidagan donde luego funcionaria la escuela Savio, el negro jugando era un crack (termino que le gustaba usar para calificar o dimensionar atributos), jugaba excepcionalmente bien. En arquitectura por sus obras, por sus charlas, es evidente su amor y compromiso con la disciplina, su enorme talento e inteligencia y, para mucho de nosotros, uno de los mejores arquitectos contemporáneos del país. En la última década compartimos en el Colegio de Arquitectos, en los años, 2010 y 2014, el armado del Cial (Congreso de Arq. Latinoamericano) y de la Bienal Iberoamericana de Arq. y Urbanismo, el negro acerco a muchos colegas y amigos a participar, si los invitaba Villafañe se incorporaban a la partida, era en eso un crack integro. Participó (como pocos) siempre en las listas para elecciones del Colegio de Arq. y Graduados de la FAPyD, lo hacía con convicción, sin pedir nada a cambio, por ideas (como debe ser.) El Negro Villa se fue, su estrella se apagó en el espacio temporal, pero seguirá brillando en el corazón de todos nosotros de sus amigos, de sus colegas, de sus discípulos, en sus admiradores disciplinares, de sus compañeros del estudio, de sus compañeros de aventuras, del fútbol, en fin, en todos los que disfrutaron de su amistad, su humor, su talento y su humildad.

Chau Villita, un abrazo

GRACIELA BADUEL . CLARÍN ARQUITECTURA

Adiós al arquitecto Marcelo Villafañe, talentoso integrante del Grupo R

Decía que su obra arquitectónica y sus pinturas eran la misma cosa. Marcelo Villafañe, fallecido el 26 de enero, será recordado por su singular sentido estético, por su experimentación con formas y materiales y por su permanente disposición a reflexionar sobre la disciplina.

Había nacido en Rosario en 1951. Empezó a pintar a los 18 años en el atelier de Julio Vanzo e hizo su primera muestra individual a los 20. Se recibió de arquitecto en la UNR y ya en 1977 fundó su propio estudio.

Fue también uno de los impulsores del mítico Grupo R, junto a Rafael Iglesia y Gerardo Caballero, entre otros, que abogaba por rescatar la arquitectura local, tomando como referentes a Jorge Scrimaglio, Augusto Pantarotto y Emilio Maissonave.

«La arquitectura no está dada por grandes elucubraciones, sino por algo más sencillo, una cosa medio vampiresca, que consiste en tener curiosidad y saber cómo tal o cual arquitecto hizo alguna cosa en su obra. Yo me pasé 15 años hablando todos los días con Caballero, preguntándole qué hiciste, cómo lo hiciste», explicó Villafañe en una de las charlas del ciclo Propuesta Decente, en 2014.

En madera y chapa, pero también en ladrillo, sus casas pueden verse en distintas localidades de la provincia de Santa Fe. La Casa Seoane, totalmente blanca, fue una de las pocas que construyó en medio del tejido urbano.»Uno de los grandes problemas que tenemos los arquitectos argentinos es la pampa, una gran extensión de terreno plano. La ausencia de paisaje vuelve más complicado crear movimiento y dinámica, y hay que recurrir a otras estrategias», solía decir Villafañe.

Obsesivo del trabajo en planta, buscaba salirse de la postura única y “encontrar una mirada oblicua de las cosas«, tal como se ve en la Casa Conde y la Casa Southam, donde los ángulos y los encuentros de los muros conforman planteos singulares, lejos de la ortogonalidad y la regularidad que mandan en la gran mayoría de los diseños de viviendas.

También son emblemáticas de su obra la cubierta de la Casa Brown, el juego de los caños en un techo de chapa de la Casa Morenza o la forma de la Casa Raigal, totalmente blanca pero concebida de manera tal que la incidencia del sol proyecte sombras sobre las distintas caras, logrando que las fachadas estén en constante mutación.

Marcelo Villafane fue votado varias veces entre los mejores arquitectos argentinos en el Ranking de Excelencia ARQ. Entre los diversos premios que recibió se destacan el de la VI Bienal de Arquitectura BA/ 95 CAYC Buenos Aires (Primera Mención Especial 1995); Concurso Costa Central y ex Unidad IV, Secretaria de Planeamiento Municipalidad de Rosario ( Primer Premio 1997. También 400 Viviendas Deliot Oeste Rosario, SPV Municipalidad de Rosario (Premio Vivienda 1997); Concurso Nacional Centro Municipal de Distrito- Zona Noroeste Rosario, (2001).y en la BIAU, Bienal de Arquitectura Iberoamericana (2012) entre otras.

Fue además director de la Revista de Arquitectura del Colegio de Arquitectos de Rosario Distrito 2 entre 1999 y 2014. Referente indiscutido de las nuevas generaciones, dictó conferencias en diversas escuelas de arquitectura, Universidad Nacional de Rosario, Universidad de Buenos Aires, de Palermo, de Salvador, Di Tella, de San Francisco (Córdoba).

Participó en Encontros II – Arq. Iberoamericana La Coruña (España 2001); Austin (Texas 2006); Bienal Quito (Ecuador 2008); el Congreso CREA – Universidad Nacional de Rosario (Argentina 2010); Palacio del Condestable Pamplona (España 2011) y el Curso de Verano Politécnico de Milán (2011).

Hacía varios años que no trabajaba debido a una larga enfermedad, que se agravó en los últimos días, cuando se contagió de Covid. El CAD 2 informó de su fallecimiento, una pérdida irreparable.

Foto de portada: Arq. Walter Salcedo

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