HUGO SALGUERO, PASES DE SU MAGIA PARA CREAR LA FANTASIA
La Gaceta estuvo con Hugo Salguero, recordado como impulsor de las míticas vidrieras de la tienda La Favorita, Casa Mega, Morph, en el Buenos Aires Design Center de CABA, Okko, entre otros. En esta entrevista en profundidad conocerás otras de sus facetas como la pasión por el teatro y la escenografía, su incursión en el diseño industrial, los estudios motivacionales del color, así como también el hecho de seguir dejando su estela en la arquitectura hospitalaria, en todos los casos, echando mano a pases de magia para crear la fantasía.
Por Matías Querol
LG_ En estos momentos se está gestando un proyecto arquitectónico/ urbanístico para potenciar las peatonales de Rosario, ¿Cuál sería según tu punto de vista la época de mayor esplendor que tuvieron las célebres vidrieras de La Favorita?
HG_ La década del 70´ y 80 ´. Si bien se vivía la época de la dictadura militar, por lo que se sentía un temor especial, la gente se movía en forma distinta, la gente paseaba. Existía otro tempo. Yo uso la palabra “tempo” por el teatro, yo soy un tipo del teatro, me apasiona, así como la escenografía. El teatro está presente siempre. En Estados Unidos hubo una maravilla de retail de decoración que se llamaba Crate & Barell. El dueño reunía a los vendedores y les decía “Uds. tienen una obra y son los actores. Yo voy a abrir el telón. Uds. atiendan al público y lo dejan satisfecho, para que después ellos digan qué buena obra y la recomienden”. Yo quería contar una mini-historia en cada vidriera de La Favorita. La descubrías o no la descubrías, no importaba, era creada a propósito para establecer un cierto hecho dramático, que algo allí estaba sucediendo.
LG_ Podemos suponer que si este hecho dramático no está acompañado de una mirada que tenga un tempo ajustado para reconocerlo no existe o pasa desapercibido…
HG_ Claro, en esos años existía ese otro tempo. Eso se ha perdido totalmente. Yo creo que también es un poco la avidez que existe. Alquilan todo y no hay un resguardo. Pasa un poco también en la arquitectura. El otro día estaba almorzando en la costanera con unos amigos y cuando salimos vemos la muralla de edificios que existen paralelos al río, tan ecléctica, tan groseramente ecléctica.
LG_ ¿Cuánto de esa escenografía que armabas para las vidrieras de La Favorita quería contar una historia propia y cuánta para atraer directamente a la gente a que comprara el producto?
HG_ Siempre es a partir del producto, el producto es lo que dispara tu imaginación y la relación con la gente. Para la navidad sí primero era la ornamentación y luego el producto. A mi me contrata La Favorita para hacer un cambio de imagen. Yo empecé desde la vidriera hacia dentro. Ahora, yo soy muy respetuoso de la obra arquitectónica, siempre.
LG_ ¿Lo tuyo viene de una formación autodidacta o tuviste algún paso por lo académico?
HG_ Es una mezcla. Yo tengo 3 años de arquitectura y en un momento hice un crack porque me había ido mal en unas materias. Empecé a no ir a la facultad. Un día voy a Buenos Aires a ver una obra de teatro que se llama “Los días de Julián Bisbal”, obra argentina de Juan Carlos Cossa. Me movilizó tanto lo que vi que a la mañana siguiente me fui La Plata para anotarme en la carrera Diseño Industrial (en Rosario no había, estaba el instituto). Me tomé el tren y me fui a vivir a La Plata. En ese entonces ya era escenógrafo y venía trabajando para la Escuela Municipal de Danzas “Ernesto de Larrechea” de Rosario que me pagaban exclusivamente por los trabajos que hacía. Eso hizo que comenzara a meterme en la cuestión estética. Yo empecé fundamentalmente a hacer escenografía con Carlos Serrano, que fue mi primer maestro, y después con Gastón Breyer que era un dios, arquitecto dueño de una casa de música muy importante. En La Plata me puse a hacer vidrieras para Delmar, la casa de moda más importante de esa ciudad. Luego, a raíz de que me fue muy bien, pude finalmente terminar la carrera.
LG_¿Y cuando se da nuevamente tu regreso a Rosario?
HG_ Vuelvo a Rosario y me contratan para hacer una escenografía en un teatro que se llamaba “La Rivera”, cuyo director era Jorge Garramuño. Hago la escenografía y le gustó mucho. Garramuño además era gerente de una fábrica de heladeras muy conocidas en Rosario llamada Villber; específicamente se dedicaban a la fabricación de las cámaras de frío para los supermercados. Siempre las heladeras eran blancas y querían incorporar color, entonces me contratan para hacer diseño de máquinas de frío y ahí empecé. Eso llevó a que, a partir de una relación con una persona allegada a una licencia de la marca en Estados Unidos, pudiera acceder a una pasantía en estudios motivacionales en la Universidad de Saint Louis, Misuri, para investigar los efectos del color en la gente, lo cual era muy innovador para la época. Eso los americanos lo manejaban como el agua.
LG_ ¿Qué otras facetas van configurando ese rasgo de versatilidad que se percibe en tus trabajos, sobre todo el don de conjugar creatividad y adaptación a las demandas de los clientes?
Otra experiencia para destacar de mi paso por Villber fue el haber ganado el primer premio en un concurso internacional que finalmente derivó en la instalación de más de 1.500 pescaderías en Cuba. Previo a esto, el gobierno cubano tenía un problema porque la gente comía solamente cerdo y, siendo una isla, tenía un potencial enorme para comer pescado pero no les gustaba. Entonces deciden crear pescaderías en todo el territorio cubano, aplicando el sistema prefabricado de paneles, piso y cubierta que utilizaba la empresa para fabricar cámaras frigoríficas; y es así que gana Villber con mi proyecto.
LG_ Volviendo a la escenografía y tu pasión por el teatro, ¿Cuál fue la escenografía que te tocó diseñar que recuerdes de un modo singular?
HG_ A mí no me gusta la decoración, me interesa que las cosas representen de alguna manera, de nuevo lo que hablamos en relación a las vidrieras, un hecho dramático. Es decir, que el telón se abra, aparezca la escenografía y el espectador se dé cuenta que ahí no hay simplemente una tela pintada, sino que algo me está diciendo. Hay un ejemplo de una escenografía que vi en Italia, y me pareció maravillosa, de una obra dramática y oscura de Strindberg llamada “El padre” que trata sobre una familia destruida. Apenas se abre el telón veías que las patas de adelante de la mesa estaban cortadas, y a la silla le faltaba una pata, todo estaba desarticulado. Algo pasaba. Servían té, y no podían tenerlo arriba de la mesa porque se les caía ya que estaba el plano inclinado. Se tenían que sentar en la punta de la silla porque se caían. Y ahí estaba toda la obra. El concepto estaba clarísimo. Entonces, el punto pasa por saber ver ese detalle y llevarlo a lo que a mí me interesa.
LG_ Después de tu vasta experiencia, ¿Por dónde pasa el estímulo hoy en día? ¿Qué estás proyectando? ¿Por dónde corre tu deseo?
HG_ Yo siempre tengo objetivos. Ahora estoy trabajando en salud, con arquitectos que manejan la salud, en la cual me incorporo y fascina la idea de hacer sentir bien a la gente que lo necesita. Vuelvo a decir, a mí no me gusta la cosa decorativa, sí me gustan las cosas que me dicen algo, más en estos momentos. Este trabajo me da la posibilidad de mostrar y hacer cosas creativas. Cuando el Grupo Oroño me contrata en el año 1996 para hacer el ICR, mi propuesta estaba orientada a la cuestión hotelera, es decir, transformar un sanatorio, que para mí siempre fueron blancos y tranquilos, y darle una vuelta para que la gente no sintiera que entraba a un sanatorio, sino que los muebles, el color, el piso lo transformaba en otro lugar. Uno elige ir a un hotel para que lo lleve a lo que no tiene en su casa, para pasar un rato agradable. Y aquí la propuesta fue que la gente, que no elige ir a un sanatorio (sino tiene que ir indefectiblemente para atenderse) le ponga un signo de interrogación que le diga: ¿Dónde estoy? Al pensar eso, ya lo saca por un momento del motivo principal que está asociado a la enfermedad o el padecimiento.
LG_ Es notable cómo, estando en un sanatorio internada, la persona se desubjetiva. Entonces que pueda sentir esa fantasía, olvidarse por un momento de la patología que lo aqueja, ¿es como volver a hacerlo sentir que es un sujeto?
HG_ Pasa un poco esto que decís. Les voy a contar una experiencia también de cuando participé del ICR, que es un detalle, pero claramente expresa esto que estamos hablando. Había que poner unos cuadros en las habitaciones grandes. A mí me encanta trabajar con las sombras y tiene que ver con mi vida. Yo estuve bastante tiempo enfermo en mi casa, tenía que estar en cama. Mi habitación daba a la pared de un vecino que tenía manchas de humedad. Uno empieza a crear a partir de las manchas. También algo de esto estuvo presente en el primer restaurant que le hice a Marcelo Megna en la calle Córdoba frente a la Plaza San Martín, inspirándome en la gente que come sola. Eran todas manchas de colores para la gente que come sola y se aburre. Pero si empezás a ver las manchas, empezás a viajar…Volviendo al ejemplo del ICR, puse un ploteo esmerilado en los vidrios y con el sol se creaba la ilusión óptica que había hojas.
Otra situación para ICR que apliqué con el mismo concepto tuvo que ver con unas fotos fuera de foco que me encantan de Pichi de Benedictis. En esa oportunidad, él hizo fotos del río de un metro aproximadamente, pero le pedí que en la parte de unión del agua con la vegetación me dejara 2 centímetros de foto en foco, es decir, que se pudiera ver nítida. ¿Cuál es el efecto? La persona que está en la cama como a 3 metros del cuadro, lo ve, pero lo hace medio fuera de foco. Entonces, esa franja en foco, que desde la cama no se nota qué es, te da ganas de saber, pero para saber de qué se trata tenés que levantarte de la cama, y para levantarte de la cama te tienen que dar el alta, el día que te vas.
LG_ Son recursos estéticos para lograr la fantasía que terminan cambiando literalmente la vida de las personas…
HG_ Yo había visto una película en donde la protagonista era una chica que estaba en un hospital, muriéndose. Había un jardín y un árbol detrás de la ventana. Se le caían las hojas por el viento y era su vida que también se iba. Ella lo veía como que le pasaba lo mismo que al árbol. Pero había una hoja que no se caía. Y ella reparaba en aquella hoja que no se caía. Toma fuerza, si la hoja puede, yo también puedo, y se recupera. Lo primero que hace es acercarse a la ventana para ver esa hoja. Pero en ese momento viene la enfermera y le dice “Ah, la gente que limpia siempre lo hace mal”, y la borra, porque en verdad la “hoja” era una mancha en el vidrio. A mí esa escena me inspiró para aplicarlo luego como efecto visual para el trabajo en el ICR.